La silueta de la abadía de
Canonprint, se perfilaba con una enorme luna llena a sus espaldas.
Era el lugar más temido del
Reino por los Repechinos.
Era la morada de Fray
Yeloquehay, y todos sabían que quien cruzara aquellas puertas, tal vez no
volviera a disfrutar de las embarradas trialeras ni de los falsos llanos que abundaban en los
bosques.
Unas nubes negras se
acercaban, y la oscuridad de la noche no auguraba nada bueno.
Cinco Repechinos habían sido
llamados por el fraile.
Cobijados bajo sus hábitos
azules, cruzados por la Sagrada Cruz amarilla y con sus cabezas cubiertas por
la larga capucha, entraron arrastrando sus alpargatas los llamados a la
audiencia.
Los altos y gruesos muros no
invitaban mucho a la visita, y menos, al ver a los negros cuervos que hacían de
“anfitriones de bienvenida”.
Nada más que los Repechinos
cruzaron el puente levadizo, los pajarracos emprendieron el vuelo lanzando
graznidos, tal parecía que avisaban a Fray Yeloquehay, de la llegada de
nuestros amigos.
El fraile estaba frente al
fuego, mirando las llamas, en una gran
sala, casi a oscuras, solo iluminada por cuatro grandes cirios, con las manos
cruzadas a la espalda.
-
¿Estáis todos?
-
Si padre.
Uno
de los cuervos, que siempre estaba cerca del religioso, salió volando y emitió
un gran graznido.
-No
veo al Playu, ni a Lynux, dijo el sacerdote sin ni siquiera volver la mirada
hacia los Repechinos.
-El
Playu fue a una peregrinación y Lynux está en un retiro espiritual
Dijo
uno de los asistentes.
-¿Apostarías
tu bicicleta porque esa afirmación que haces es cierta?
Dijo
Fray Yeloqueahay.
Un escalofrió
recorrió la espalda del que había hablado, y los pelos de su nuca se erizaron
al ver que el cura levantaba la cabeza muy lentamente y clavaba en él sus fríos
ojos.
-Yo…..
me dijeron que iban a…..
-Tranquilo,
me ocuparé de ellos en breve.
Los
caminos del Señor son …… impredecibles.
Al
Playu le tengo reservada una estancia en la abadía del obispo KFC, un clérigo
llegado de las Américas y que cría gallinas y pollos que son su única comida.
Y en
cuanto a Lynux, tendré que pensar alguna sorpresa, pues ha llegado a mis oídos
que tiene gastada la pintura de la barra superior de su bici de tanto frotarla
con la gran barriga que luce últimamente.
Las
gargantas de los Repechinos estaban secas, el prior estaba enfadado, sus vidas
valían menos que una cámara pinchada.
Fray
Yeloquehay levantó la cabeza. Su capucha cayó sobre sus hombros y un destello
de luz brilló en su diente de oro.
¡¡¡¡
Estaba sonriendo!!!!!
Eso
era mucho peor.
-
Los Repechinos se están relajando, están
cogiendo el lado fácil.
No hago más que escuchar escusas. Que si
me dormí, que si tengo comida familiar, que si va a llover, que si no tengo a
punto la bici…..
No me gusta el cariz que está
tomando esto, así que para que purguéis vuestros pecados, haremos una ruta para
purificar vuestras pecadoras almas.
No tenéis prisa hoy,
¿verdad?
(dijo mirando a Trasmi)
-No padre
(contestó este)
-¿No
tendréis una comida de empresa hoy vos, verdad?
(dijo
mirando a Motorini)
-No
padre
-¿No
tendréis que ir hoy a vuestras posesiones más allá del puerto, verdad Turonman?
-No
padre
- y
vos Mani, tenéis que lavar la bici hoy?
-No
padre
-¿Y
vos? ¿No tendréis ningún viaje preparado para hoy, verdad?
El ábito de Willy no tocaba
su piel. Unas gotas de sudor bajaban por su espalada pese al frio que imperaba
en el gran salón.
Intentó tragar saliva, pero
su boca estaba más seca que la cadena de la bici tras una ruta veraniega.
Intentó contestar, pero solo
un susurro salió de su garganta.
-
No, padre
-Bien, como veo que no tenéis
planes, nos vamos a Nava.
Si tras la ruta veo que la
apatía y la vagancia siguen con vosotros, pararemos en el Palacio de la
Ferrería, allí el Padre Bocanegra, enviado por la Santa Inquisición, tendrá
unas palabras con vosotros.
Y así. Al alba los
Repechinos estaban en el pueblo de Nava, como había “sugerido” el fraile.
Casi sin palabras prepararon
sus bicicletas.
Encomendaron sus almas al
Altísimo, ciñeron sus cascos, se colocaron las gafas y tras escuchar los “clic”
que indicaban que sus calas estaban en sus pedales, comenzaron a mover sus
bielas.
Tras unos kilómetros
disfrutando de las aldeas cercanas, la ruta comenzó a “picar hacia arriba”.
El grupo iba compacto. Nadie
quería ir el último ni descolgarse ni un metro.
La llegada a la cima de la
Collada de Maza dejó coger un poco de aire a los esforzados Repechinos.
- Os estáis
portado. Me gusta lo que veo. (decía
Fray Yeloquehay)
Un
amago de sonrisa se perfilaba en los rostros de los ciclistas, a la vez que
unas gotas de sudor resbalaban por sus frentes.
La
ruta seguía, en silencio, solo se escuchaba el chapoteo de las ruedas en
algunos charcos, y el sonido de las cadenas al cambiar de piñones.
El
silencio, las miradas furtivas a ver si quedaba algún compañero detrás de ti y
el vistazo a ver si faltaba mucho para coronar la siguiente “rampa” era lo
único que se notaba en la ruta.
Les
Cuerries y sus famosos “falsos llanos hormigonados”, quedaron atrás, pero no se
escuchó ni una queja.
Alguna
bajada rápida y un incendio en el camino jalonaban la ruta.
Paisajes
de ensueño para descansar sin prisas, justo lo que no tenían nuestros amigos
hoy.
La
última subida nos llevaría hasta Les Praeres, alto desde el que se puede ver
hasta el Fariu.
Todo
el mundo “apretaba el culo” lo que podía.
-
¿Se te ve un poco cansado Motorini?
(preguntó
Yeoquehay)
-¡¡¡No
padre!!!!
(se
apresuró a contestar Motorini a la vez que bajaba un par de piñones y su rueda
delantera casi buscaba el cielo)
-Pararemos
a tomar un refrigerio en el bar.
Os
habéis portado muy bien. La media de velocidad ha sido muy buena y el grupo ha
ido compacto en todo momento. Veo que aún hay buenos mimbres aquí.
Y
así, el grupo hidrató sus gaznates de cerveza fría y sus piernas recuperaron la
circulación sanguínea.
La
alegría ya imperaba en el grupo y la bajada hasta Nava fue vista y no vista.
Eso sí,
hubo que parar en Prá a refrigerar los discos de freno en el rio, pues más de
uno los traía al rojo vivo.
Ni
siquiera la pequeña y última “tachuela” de llegar a Piloñeta se interpuso en el
camino de los Repechinos. La pasaron como si sus pies tuvieran alas.
Y
así, con una sonrisa en la cara, los participantes en la ruta llegaron a sus
carromatos y recogieron sus bicis.
Una
mirada temerosa a Fray Yeloquehay hizo
que los Repechinos vieran una sonrisa en su cara.
-Hoy
os habéis portado como auténticos Repechinos, estoy orgulloso de vosotros, pero
no os relajéis, o tendré que volver a “disfrutar” de otra ruta con vosotros.
Ahora,
Podéis ir en Paz.
Por Nava from Yeloquehay on Vimeo.
Y
así, los Repechinos volvieron a sus casas alegres y contentos. Satisfechos del
trabajo bien hecho y sobre todo, felices de conservar toda su piel y su cabeza
sobre los hombros, cosa que no habría sido posible si el enfado de Fray
Yeloquehay hubiera llegado a mayores.
WILLY